martes, abril 15, 2008

Aleluya

Aleluya.

De la nada tengo un corazón desconocido en mis manos. Palpita mil por hora. Cada palpitar duele. Arde y duele. La sensación que produce es una extraña sustancia, creo haber sentido antes, caminar, trotar, correr veloz por mi. Yo también huyó y mientras el pelo me sigue atrás veo una sombra sostener un hígado en sus manos, es obscuro y podrido, si yo fuera la sombra estaría asqueada. Que raro que no vomite, porque tengo un mal sabor en la entrada de mi garganta. Un sabor a mierda que me han tirado en la cara. Y aunque quisiera escupir toda esa masa fétida, la trago. Y ahora en la esquina, doblando hacia la iglesia y el hogar de Santa Marta, cerca de un roble viejo e inolvidable de mi infancia, devuelvo toda la basura que guarde y deje descomponerse en mi.

El corazón palpita y cada palpitar me hiere hondamente. Tan hondamente.

Y como me lastima lo tomo como enemigo. Lo destruiré- pensé, de hecho, ansié aniquilar desde que llego a mis palmas superiores- Porque me quiebra el aire que entra a los pulmones. Vi una roca pequeña y ploma a mis pies. Nada mas perfecto que el concreto de mi tierra, nada mas insignificante que un trozo de nadie. Aleluya por ella, porque la tome y con la fuerza flaca de mis brazos azote como olas contra la arena, furiosa. Vehemente choque imagine podría quemar la palpitante hinchazón de ese músculo rojo y venoso que se inflaba frente a mi. Pero no. Se burlo mas aun. Como lo odie. Maldita cosa que me late el alma y perturba, impreco en ti y me cago sobre tus muertos. Y nada mas sentí.
Se me heló el cuerpo, todo el cuerpo. Hielo sobre hielo. Ni brisa ni viento. Como anestesia. Que vació mas abrumador. De ahí ay que pena. Ahora uf que cosa. Auch! y mas auch, porque ni eso me queda. Auch! no me duele. Auch! Auch! Auch! Creo que lloro.
Aleluya! ahogue la ternura en un barro de químicos ilegales, mi ternura palpitante flota inerte en un charco mermante.
De la nada tengo un cuerpo desconocido y frió mirándome desde arriba. Me mira mil veces por hora. Cada mirada duele. Arde y duele. Estoy en una humedad aledaña, una sustancia extraña, creo haber sentido antes, sumergirse, flotar, nadar veloz en mi.
No quiero ahogarme ¿ como elaboro un grito para salvarme? Guturales, guturales, siempre existe un gemido escuchable. Espero oírme. No quiero ahogarme, pero el peso de un golpe me hunde en esta mierda vomitada y descompuesta. Charco maldito.
Me despierta ese dolor, me abre y desde lo profundo saca una tiza para dibujar una verdad inefable que entiendo a medias, casi certera, casi erronea, afila razones para escupir la cara de ese cuerpo abulico que mira sin hacer nada por salvarse. Mierda. Aleluya y tu madre.